Luis Mesa Bell: El mártir de la libertad de prensa

Hacia mediados de 1932 en Chile se vive un álgido momento político. Poco tiempo había pasado desde que la cruenta dictadura de Carlos Ibáñez del Campo se había desmoronado y con ello la inestabilidad política y social imperaban dentro del país. Las consecuencias económicas producida por la “Gran depresión” de 1929 habían llevado a un colapso que se manifestaba en la inmensa cantidad de obreros y trabajadores que se asentaban en Santiago y su periferia. El aumento de la cesantía se aunaba a la indignación que producía la constante represión desde los aparatos policiales en contra de las organizaciones sociales que solidarizaban con la situación de pobreza tácita en las calles de la ciudad. Es en este contexto que la prensa escrita reaparece denunciando las tropelías y vejaciones provocadas por los agentes de investigaciones de Carabineros de Chile quienes, infiltrándose en diversos mítines, espían y vigilan de cerca a los líderes políticos, facultad que de por sí les había sido otorgada a través de decretos ministeriales tal como se evidencia en los archivos investigados.

 

 

ARNAD. Providencia dirigida al Ministerio del Interior como Oficio Confidencial comunicando reuniones consideradas subversivas. 8 de noviembre de 1932.

La reaparición de la prensa escrita fungió un papel relevante en el proceso de configuración política del Estado, ello dado que la obtención de la libertad de expresión se consideró como una de las principales expresiones de consenso ante la caída de los gobiernos dictatoriales que se suscitaron en el período descrito. Con todo, la represión sobre las orgánicas obreras y los sectores populares se mantuvo inalterable. Una de las mayores expresiones de la continuidad represiva a la cual hacemos referencia corresponde al caso de Luis Mesa Bell, asesinado por la Sección de Investigaciones de Carabineros de Chile.

 

La desaparición de Manuel Anabalón y las denuncias de Luis Mesa

Hacia mediados de 1932 las juntas militares y los gobiernos de facto se sucedieron uno tras otro. El 4 de junio una junta militar instaura un gobierno de corte socialista que tras una breve duración es nuevamente derrocado instaurando una cruenta ola represiva a manos del dictador Carlos Dávila quien ordena detener a miembros de organizaciones sociales, dirigentes y, sobre todo, comunistas.

El 16 de junio de 1932, Manuel Anabalón Aedo, militante comunista de 22 años, profesor y dirigente del Magisterio Regional de Antofagasta era detenido por Carabineros y enviado, junto con un amplio grupo de profesores normalistas hacia el sur de Chile. La detención de Anabalón obedecía a la activa participación que el dirigente había tenido en las manifestaciones contra el gobierno de Carlos Dávila y -por supuesto-, ser activo militante del Partido Comunista.

 

Manuel Anabalón Aedo con 22 años, dirigente del Frente Revolucionario de Profesores de Antofagasta.

 

Al momento de su detención es informado que sería relegado en Aysén junto con otros detenidos; sin embargo, “el teniente señor Zamora, que venía a cargo de ellos, tenía instrucciones de entregarlo en Valparaíso, con un sobre cerrado dirigido a la superioridad de Carabineros”[1]. Al momento de arribar a Valparaíso el profesor fue bajado por dos carabineros del barco Chiloé y, a partir de ese instante, “nadie más ha vuelto a saber nada de él”[2]. Su desaparición causó indignación entre la población que acusaba directamente a la Sección de Investigaciones de Carabineros por el hecho,

“Todos los habitantes del puerto tenían la certeza de que así había ocurrido y lo exteriorizaban por medio de grandes letreros que aparecieron en las paredes […]multitudes inmensas clamaban por el castigo de los culpables, acusando como principal responsable a Alberto Rencoret, Jefe de Investigaciones de Valparaíso”[3]

Las acusaciones poco a poco fueron tomando peso gracias a la decidida acción de Luis Mesa Bell, quien a partir de este hecho comienza una ardua campaña en contra de la Sección de Investigaciones de Carabineros de Chile la cual denominó: “La sección de Investigaciones, baldón y vergüenza del cuerpo de Carabineros de Chile”, esta campaña seria la última de su corta vida.

 

Titulares de algunos de los reportajes realizados por Luis Mesa Bell acusando la participación de la Sección de Investigaciones en diversos hechos represivos (octubre-diciembre 1932)

 

Luis Mesa Bell: Incansable luchador por la verdad.

Director de la revista Wiken, dirigente del movimiento de Nueva Acción Publica (antecedente directo del Partido Socialista) e integrante de la Logia Masónica, Luis Mesa fue sin duda uno de los periodistas más importantes del siglo XX.

Luis Mesa Bell, de 28 años, director de la Revista Wiken, activo militante político y destacado periodista. En la imagen se aprecia el uso de lentes dado un accidente que le llevo a perder la visión de uno de sus ojos.  

 

Como periodista, Luis se encargó de denunciar la activa participación de los funcionarios de Investigaciones en las torturas y posterior desaparición del profesor Anabalón. De este modo, a mediados de octubre de 1932 inicia una ardua campaña en contra de los agentes a través de la revista Wikén. En los diversos reportajes descritos Luis publicó continuamente una serie de pruebas que relacionaban a los altos mandos de Carabineros y a funcionarios de Investigaciones en el asesinato de Manuel Anabalón. Ello le valió ser víctima de   sistemáticos robos y atentados perpetuados en contra de él y su revista por parte de los agentes de la Sección. Así lo denunciaba el día 19 de noviembre de 1932,

“Citaciones a la Intendencia y a la Sección de Seguridad, estrecha vigilancia policial, un asalto a nuestra casa y un proceso en la Fiscalía Militar, este es el precio que, por ahora, nos cuesta haber dicho la verdad, toda la verdad, sobre diversos asuntos de interés público y, principalmente, sobre la desaparición del profesor Anabalón Aedo y el asesinato de Miguel rodríguez Hidalgo, perpetrado hace días en Santiago por un oficial de Investigaciones. (…) todo esto es nada frente al hecho inaudito del asalto a nuestra casa, perpetrado en la madrugada del Sábado pasado por individuos que evidentemente no son ladrones, desde el momento en que no robaron nada y sólo descerrajaron un cajón donde se guardaban algunos documentos de importancia. ¿No puede en Chile un periódico honrado exponerse a decir la verdad? ¿Son las persecuciones que hemos referido, más algunas amenazas que se nos han hecho llegar en forma anónima, sólo el principio de quizá qué siniestras tropelías?”[4]

La situación se agudizaba con cada nuevo titular. Pocos días después, el 3 de diciembre en horas de la mañana y de forma intempestiva, 150 suplementeros son asaltados por agentes de Investigaciones, quienes los “despojaron violentamente de ejemplares de “Wiken” que sacaban para la venta”, todo ello de forma planificada, en vehículos que no contaban con patente, y a la hora precisa en que cada suplementero recibía las revistas para su venta. La revista denunciaba la situación: “estos asaltos ocurrieron en las primeras horas de la mañana, entre la seis y las siete, y se realizaron simultáneamente en todos los barrios de la ciudad”[5]. Pese a este hecho, Luis Mesa Bell continuó denunciando a los funcionarios.

El 10 de diciembre publica una nueva edición de la campaña emprendida en contra de Investigaciones, en esta denuncia los ilícitos negocios del Prefecto Inspector de Investigaciones Carlos Alba Faucheaux. A quien, se le acusaba cobrar “tarifas fijas por los ascensos”[6], lo mismo sucedía con las reincorporaciones de personal que había abandonado el servicio, “todos estos cargos constan en el sumario que contra el Prefecto-inspector sigue la Dirección General de Carabineros”. Luis añadía un detalle dentro de los antecedentes del Inspector: “Don Carlos Alba fue uno de los más adictos y dóciles colaboradores que tuvo el Director General de Investigaciones de la Dictadura, don Ventura Maturana, con el cual es compadre y a quien le debe toda su carrera.”

El trabajo que realizó Luis Mesa investigando el caso de Anabalón, acusando a Alberto Rencoret y denunciando las ilegalidades de los funcionarios de Investigaciones originó una animadversión sobre los agentes que se acrecentaba con cada nuevo reportaje. Al mismo tiempo, profesores, trabajadores y sectores obreros le otorgaban su respaldo y le animaban a continuar con la búsqueda de la verdad sobre Manuel Anabalón, estos apoyos fueron descritos detalladamente por agentes secretos presentes entre los diversos mítines del momento:

“Ayer a las 19 horas, se reunieron 30 profesores, más o menos en los alrededores de la Plaza de Armas, de cuyo sitio se dirigieron a la Revista “Wiken», con el objetivo de felicitar calurosamente a su Director, por su valiente campaña que está haciendo para descubrir al o autores de la muerte del profesor Anabalón, como también para exhortarlo a que no desistiera
de seguir adelante esta humanitaria campaña. Llegados al local mencionado, tomo la palabra el delegado por Chillan, don Francisco Sepúlveda, quien felicitó al Director por lo antes expuesto, y agregando que debía tener la convicción de que su revista tendría la más amplia acogida entre los profesores y la gente consciente. El Director de esa revista, agradeció los
términos expresados por el señor Sepúlveda, manifestando que éste era el comienzo de la campaña y que se comprometía a desenmascarar al asesino del profesor Anabalón”

La movilización social presionaba a la autoridad para esclarecer la verdad sobre Anabalón, exigiendo la separación del prefecto Alberto Rencoret y la reorganización de los Servicios de Investigaciones. El día 17 de diciembre la campaña iniciada por Luis Mesa obtiene su primer triunfo: Wiken anuncia que la Sección de Investigaciones seria reorganizada y con ello “serán obligados a abandonar sus cargos el Prefecto don Carlos Alba, y los subprefectos Ruz y Silva Chaparro”. Pese a ello, la investigación sobre Anabalón aun no arrojaba resultados, más allá de las contradicciones y los sumarios respectivos, Rencoret continuaba siendo el Prefecto de Valparaíso, obstaculizando toda diligencia posible sobre el caso.

Las sucesivas acusaciones emprendidas por Luis Mesa llevaron a que agentes de Investigaciones decidieran poner punto final a estas injurias. De este modo, el día 21 de diciembre, Luis Mesa es secuestrado por un auto de la Sección de Investigaciones mientras caminaba junto con uno de sus colegas en la calle Amunategui con Moneda. Al consultar sobre su paradero en las oficinas policiales el desconocimiento era completo, “Investigaciones no sabía nada, como siempre. No había sido detenido por su orden y ni siquiera había orden de detención en su contra”[7].

La noticia del secuestro repercutió ampliamente en los medios de comunicación, debido a la extraña coincidencia que implicó el hallazgo del cuerpo del profesor normalista Manuel Anabalón tan solo un día después del asesinato de Luis Mesa. El cuerpo del periodista fue encontrado entre las calles Carrascal y Tucumán, en el sector poniente rural de Santiago, en lo que hoy son las calles Radal con Carrascal en la comuna de Quinta Normal. Su cadáver presentaba amplios hematomas y en su cabeza había graves heridas. La autopsia determinó que su asesinato se llevó a cabo a través de los golpes de un objeto contundente. Lo sucedido con el asesinato de Luis Mesa y Manuel produjo en la sociedad un hondo sentimiento de repulsión contra la Sección de Investigaciones y sus agentes, manifestado en protestas y llamados de justicia desde el amplio espectro político. Tras el asesinato del periodista, el periódico conservador El Mercurio publicó:

“La opinión pública se ha sentido hondamente conmovida por el alevoso asesinato de que ha sido víctima el periodista señor Luis Mesa Bell, Director de la revista “Wiken”. El conocimiento de este crimen que ha repercutido en todas las esferas sociales, ha causado la alarma que es de imaginarse, produciendo tal indignación en todos los ánimos, que se han generado diversas reuniones a fin de organizar una campaña tendiente a no permitir que se deje en la impunidad el delito cometido”[8]

En la misma edición se encuentra la editorial del periódico que da cuenta de la indignación del asesinato:

“Los siniestros autores de este asesinato han procedido a mansalva en forma mezquina e insolente burlando todos los respetos, engañando al señor Mesa Bell con una citación de la Sección de Investigaciones, y con saña impropia de seres humanos, depositarios de sentimientos de respeto a la vida ajena, no han vacilado en tronchar una vida joven, impulsados acaso por una sed rabiosa de venganza”[9]

Días después del asesinato, la revista Wiken homenajeaba a quien fuera uno de sus activos escritores nombrándolo como “El mártir de la libertad de prensa”.

 

En el artículo del día 31 de diciembre de 1932, titulado “Luis Mesa Bell, Director de Wiken ha triunfado en la muerte”, se puede leer la denuncia sobre los sistemáticos seguimientos de los cuales era víctima Luis,

 

“Dos nombres se repitieron con tenacidad en nuestras salas de redacción y entre los que ardorosamente trabajan en el descubrimiento del crimen. Lucho Mesa había sido reconocido especialmente por estos dos maleantes que ocultaban su siniestra personalidad bajo una placa de Investigaciones.  Lo hacían seguir […].  Carlos Vergara Rodríguez, conocido con el alias “el Guarango Vergara’’, y Leandro Bravo, son dos rufianes de última especie en quienes Armando Valdés Vásquez, Director de Investigaciones, tenía toda su confianza. Esto lo dijo Lucho Mesa. Y por eso murió a manos de los desalmados”[10]

Un sinnúmero de instituciones y dirigentes de amplios espectros políticos participaron en el homenaje realizado durante el funeral. Desde altos funcionarios del Estado personas del mundo popular, todos buscaban darle un último adiós en el local del periódico La Nación donde fue velado,

“Está en el recuerdo de todos la grandiosidad del funeral. Miles de miles de personas visitaron La Nación, toda entera de luto, para dar, con una última mirada, el postrer adiós al cuerpo de Lucho Mesa, destrozado por la mano de fieras con apariencia de hombres”.

El Diario Ilustrado comentaba sobre el “desfile incesante de público, que quería rendir su último homenaje de simpatía al compañero caído en aras del deber”. En la misma línea, Wiken cifraba en “no menos de cincuenta mil personas [que] seguían el carro fúnebre”[11], mientras que El Mercurio titulaba en sus páginas: “La ciudad de Santiago rindió ayer un imponente homenaje al periodista Luis Mesa Bell, alevosamente asesinado”, señalando la presencia de “más de 30.000 personas”[12]

Los funerales de Luis Mesa fueron multitudinarios y despertaron la atención de las autoridades: “los comunistas y napistas transformaron el homenaje (…) en una manifestación de propaganda subversiva, en que se atacó e injurió a las autoridades y a la prensa”[13]. Fueron cientos sino miles las personas que acudieron en masa al hall del periódico “La Nación” en donde sus restos fueron velados para luego ser trasladados al Cementerio General. Días posteriores, fue el turno de Manuel Anabalón, quien fue despedido por alrededor de “70 mil personas que se movilizaron por la avenida Independencia llenándola totalmente en toda su extensión, desde Mapocho hasta la calle Panteón y Cementerio General”[14]. La gran masa de gente que despidió al profesor Anabalón había esperado horas por el regreso del cuerpo, el cual llegaría a la Estación Mapocho para luego ser trasladado al local de la Federación de Maestros, sin embargo, ello no sucedió debido a que “el señor Alessandri (…) ordenó que ellos fueran trasladados inmediatamente desde la Estación Mapocho al Cementerio”.

Estos hechos fueron el fin de la seguidilla de atentados en contra de la libertad de expresión como derecho fundamental dentro de los medios de prensa. El asesinato de Luis, tal como el de Manuel Anabalón quedo, ciertamente, impune. Alberto Rencoret Donoso, hijo de una de las familias mas acaudaladas de Talca ingresó posteriormente a la iglesia, siendo con posterioridad Obispo de Puerto Montt, viviendo sus últimos días como un simpatizante de la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet.

Pese a todo, el legado de Luis Mesa mártir de la libertad de prensa está hoy presente y continúa siendo un importante personaje dentro de la construcción de la ética del periodismo, siendo la animita ubicada en Carrascal con Radal un hito relevante dentro de la memoria popular de vecinos y vecinas de Quinta Normal, este patrimonio es de todos y todas, por ello es importante que continuemos manteniendo vivo su legado, luchando por encontrar la verdad en todos los espacios posibles, sobre todo cuando la incertidumbre acecha las paredes.

 

 Felipe Concha Pavez.

[1] Edwards, Gustavo. La tragedia del heroico profesor Anabalón. Santiago, Talleres Gráficos, 1933, página 9.

[2] “Anabalón debe aparecer vivo o muerto”, Wiken, N° 45, 1932, página 6.

[3] Edwards, Gustavo. La tragedia del heroico profesor Anabalón. Santiago, Talleres Gráficos, 1933, página 12. 

[4] “Toda la verdad”, periódico Wiken, 19 de noviembre de 1932, página 8

[5] “150 suplementeros asaltados por agentes de Investigaciones”, periódico Wiken, 5 de diciembre de 1932, páginas 7-8.

[6] “La sección de Investigaciones, baldón de Chile y vergüenza del Cuerpo de Carabineros”, periódico Wiken, 10 de diciembre de 1932, página 19.

[7] “La Sección de Investigaciones, baldón de Chile y vergüenza del cuerpo de Carabineros. El asesinato de
Mesa Bell”, periódico Wiken, N° 52, 31 de diciembre de 1932, pp. 12-13

[8] “Cobardemente asesinado el periodista Luis Mesa Bell”. El Mercurio, 22 de diciembre de 1932, página 11.

[9] “Protestamos”, periódico El Mercurio, jueves 22 de diciembre de 1932, página 3.

[10] “Luis Mesa, Director de ‘Wiken’ ha triunfado en la muerte”. Wiken, N° 53, 24 de diciembre de 1932, página 14.

[11] Ibid.

[12] El Mercurio, Santiago, 23 diciembre de 1932, página 11.

[13] “Los funerales del periodista D. Luis Mesa B.” periódico El Diario Ilustrado, viernes 23 de diciembre de 1932, p. 10.

[14] “70 mil personas acompañan dese la estación Mapocho hasta el cementerio general, los restos de nuestro
querido camarada Anabalón”, periódico “Trabajadores de la Enseñanza”, año I, N.º 4. Santiago de Chile, 10 de enero de 1932.